Una reforma muy particular.

Pocos proyectos llaman tanto la atención como éste. No solo por su inverosímil singularidad, sino también por la calidez que desprende cada rincón, cada fotografía, cada relato de las obras. Se nota que cliente y arquitecto son amigos, y se nota que se lo han pasado en grande. El encargado de tomar este desafío fue la oficina de Garmendia Cordero Arquitectos.

La iglesia de la que le hablaba su cliente cuando lo llamó se encontraba en el barrio de Las Barrietas del municipio de Sopuerta, Viscaya. Era poco más grande que una ermita y su estado estaba prácticamente en ruinas. El edificio había sido construido durante la segunda mitad del siglo XVI. Posteriormente, a finales del s.XVIII sufrió una importante remodelación en términos neoclásicos. Se aumentó su altura y se le añadió un campanario y un abrevadero.

Cuenta el propietario que el anuncio hablaba de «un terreno con edificación en ruinas en venta». En la foto se veía la parroquia, pero no se cercioró de que se trataba de una iglesia hasta que fue a verlo. Enseguida se enamoró de la idea de reconvertirla en una moderna vivienda. Así que lo primero que hizo fue ponerse en contacto con Garmendia.

El edificio se encontraba sin cubierta, desplomada en el propio interior, y en un estado preocupante de inestabilidad estructural. Aun así, el arquitecto confirmó que el proyecto era viable. En todo momento, se priorizó la idea de intervenir lo mínimo indispensable para preservar cuántos más elementos originales fueran posibles. La actuación se entendió como un elemento ajeno implantado dentro de una ruina.

A pesar de las dificultades de una obra de tal complejidad, el resultado es espectacular. El arquitecto ha conseguido transformar y adaptar el espacio a las necesidades, gustos y estilo de vida del cliente. Ha sabido domesticar un espacio fuera de lo común, manteniendo su historia a la vez que lo modernizaba.

El interiorismo incluye obras de arte contemporáneo y piezas icónicas del diseño moderno, como la Lounge Chair y Ottoman de los Eames o las sillas Panton. El contraste con el entorno es espectacular.

La idea del propietario es que el espacio vaya más allá de la vivienda particular. Quiere que se convierta en un showroom abierto, social, que se pueda visitar y que acoja eventos gastronómicos y culturales, entre otros.